Cómo es su primer disco de Callejeros después de Cromañón. La nota de Sebastián Ramos, para La Nación.
En éstos días llegará a las disquerías del país, de manera silenciosa, sigilosamente, el cuarto disco de Callejeros, titulado «Señales». Una obra atravesada por el dolor, la bronca, la desconfianza, la desesperanza y la fe, todo mezclado e inmerso en un contexto irremediablemente trágico, y que, en cierta forma, representa el sentimiento (y también una toma de posición) de este grupo de jóvenes músicos acerca de lo ocurrido el 30 de diciembre de 2004 en Cromagnon. Un disco que transita el límite donde el dolor y el arte se confunden, se retroalimentan y, al mismo tiempo, tratan de tomar distancia entre sí. Un disco de rock, por supuesto, pero también un reflejo de la cultura y la sociedad de un país siempre en llamas.
«Quiero gritar, pero el dolor calló mi voz, quiero sentir porque no siento el corazón», es el verso que canta Patricio Rogelio Santos Fontanet, el cantante y compositor de la banda, en la apertura del primer álbum pos-Cromagnon. Un disco que, en parte, llegó para reemplazar el ferviente deseo de los músicos de plasmar un contacto directo con su público. Entonces las palabras, indefectiblemente, suenan a mensajes codificados, a señales para «los invisibles» (nombre que adoptaron los seguidores del grupo), a quienes está dedicada la placa.
Aunque nada es tan simple en esta historia. Todas las letras del álbum figuran en el libro interno del CD, en un hecho hasta aquí inédito en la discografía de Callejeros, con su respectiva fecha de composición. Así las cosas, el primer tema, «Daños», data de «noviembre de 2003», un año antes de la tragedia. Así las cosas, según esta información adicional, el verso «dormí sin cuentos, comí las sobras de padres lentos y madres sordas. Aprendí así a no querer y a mentir para pasarla bien», no tendría que leerse como una respuesta a nada ni a nadie en particular. Pero lo cierto es que allí está, casi como una carta de presentación de «Señales» y que, al igual que frases como «quiero vivir metido en mi canción», Fontanet quizá compuso hace un tiempo ya, pero que se resignifican hoy, al hacerlas públicas aquí y ahora.
Las siguientes dos canciones, «Puede» y «Límites», también aparecen como escritas antes de Cromagnon (el propio Fontanet aseguró recientemente que varias de las nuevas composiciones no fueron registradas en el disco debido a que se le hacía muy difícil cantarlas por su contenido emocional) y devuelve a Callejeros a su clásico sonido épico-rockero, primero, y a su espíritu tanguero después.
«Creo» es, entonces, el primer tema en el que este compositor de 26 años hace referencia directa a la tragedia que signó su existencia. «Creo que con una canción la tristeza es más hermosa», canta en forma de principio irredimible, y el presente parece ser el tiempo verbal y la figura que mejor y más lo ha inspirado en los últimos dieciséis meses (títulos como «Día a día», «Sueño» y «Hoy» también dan cuenta de una escritura alimentada por lo inmediato).
«Frente al río» muestra a la banda (Maximiliano Djerfy, Elio Delgado, Juan Carbone, Eduardo Vásquez y Christian Torrejón) con cierto aire rioplatense, y a estas alturas del disco se confirma una producción más cuidada y un sonido más ajustado en lo estrictamente musical.
El cuarto álbum de Callejeros continúa en la línea compositiva e instrumental de sus anteriores trabajos, y «Sin paciencia» quizá sea un buen botón de muestra, mientras que «Día a día», canción que recuerda a la novia del cantante fallecida en Cromagnon, resulta inevitablemente emotiva, sea esto para bien o para mal: «Aguanto día a día lo que me toca, acuesto a mi alma en un rincón. Descubro que la vida es otra cosa. Sin ella, mi alegría se escapó… Igual decile a tu mamá que cuando termine, me mando para allá».
Hay un pop-reggae, «Sueño», y otro de esos temas que seguramente se convierta en clásico hit de la banda, «Hoy» («Hoy las canciones quedan en un rincón. Hoy todo está en duda. Hoy la muerte te saluda y la memoria no te mira y se olvida. Hoy sigo extrañando, pero por vos, cantando para que tu vida dé sentido a la mía»).
Los últimos tres temas de los doce que componen el álbum son «9 de Julio», el corte de difusión que desde hace un par de meses suena en las radios; «Señales», el tema que da nombre a la placa en el que las palabras parecen exclusivamente para sus seguidores y del que el mismo Fontanet aseguró que es el que mejor representa el sentimiento colectivo de la banda en el último tiempo, con respecto a las culpas que les compete por la tragedia: «Quizá [hayamos sido culpables] de no percibir las señales», dijo en una entrevista con la revista Soy Rock, y el cierre con una versión de «Desencuentro», de Cátulo Castillo y Aníbal Troilo, cantada casi con bronca por el saxofonista Juan Carbone: «Amargo desencuentro porque ves que es al revés, creíste en la honradez y en la moral, ¡qué estupidez! Por eso en tu total fracaso de vivir, ni el tiro del final te va a salir».
En «El poeta y los sueños diurnos», Sigmund Freud consideraba que el arte aportaba a los hombres la oportunidad de ser sobornados por la belleza de modo de poder resignar su no querer saber y su pasión de la ignorancia, a favor de un modo nuevo de conectarse con lo real. Entonces, no parece caprichosa la cita para este álbum, repleto de señales de un dolor tan complejo como irreal que, a través del arte, pugnan por volver a conectar a estos jóvenes con la realidad.
Fuente: Diario La Nacion – Rock.com.ar