Bajen de los botes!». La orden sonó una madrugada, en el punto de la costa donde La Vela Puerca posa para el Sí!: «Después de un show, hicimos una fiesta acá, en La Restinga. Eramos 60, medio endemoniados, hasta que cayó Prefectura y se terminó la fiesta». Sentados en la vereda (la prohibición de fumar enloquece a los locales), entre el Parque Rodó y el río, los Sebastianes (el Enano Teysera y Cebolla Cebreiro) repasan polaroids de una década puerca (compiladas por Evangelina Suárez, fan número uno del rock charrúa). El debut en el restaurante «El Tigre»: un toque callejero antes de la Nochebuena del ’95 («Lo repetimos tres años, pero terminaba en unos pedos descomunales y se pudrió con los vecinos»). Las giras por las playas uruguayas y aquel toque en «El mejillón», en La Paloma, donde Teysera dibujó la calaverita fumona del isotipo, mientras juntaba plata para viajar a Europa: «El Enano tocaba la batería y atendía mesas entre las canciones». Llegaría el primer suceso de Deskarado (1997), Disco de Oro instantáneo. El cruce a Buenos Aires, las maratones en Europa («tocar para 100 personas te baja a tierra») y esta señal única: tres Luna Park, algo inédito para la música uruguaya.

En el génesis puerco, Teysera se largó por España en un viaje iniciático, donde se codeó con los movimientos okupas. El Cebolla salió a recorrer Bolivia, bancándose como orfebre. Al regreso, surgió la decisión de armar una banda. Siempre con los desfiles y los fuegos (con agrupaciones murgueras como Los Chin Chin y los Juglares), las escenografías y los actores como sello puerco.

«Cuando el Enano se cansó de cinchar con nosotros, El Mandril, nuestro bajista, fue el motor», recuerda Cebolla. «El visualizó la forma de salir adelante, siendo no muy buenos como tocadores y bastante pelotudos». Los ensayos, los toques veraniegos a bordo del Camello Veloz. Hay un show que señalan como clave: «Tocamos en La Factoría, lugar mítico donde habían pasado Molotov, Horcas… Llegamos con un desfile de seis cuadras que salió en los diarios. Esa noche quedaron 700 personas afuera. Ahí nomás armamos un show para el otro día, y se agotó enseguida. Fue una de las primeras sorpresas».

El salto al charco fue paulatino. La primera parada fue en el viejo Salón Pueyrredón. «Fue el 8 de abril del ’99. Llevábamos demos a los boliches. Y mandábamos a Cebolla una semana antes a volantear», recuerda el Enano.

Cebolla: —Sí, porque conocía.

—¡A vos te encantaba ir porque te echabas cinco polvos por día!

Acá hicieron el circuito Cátulo Castillo-Marquee-Cemento-Costa Atlántica. Con De Bichos y Flores (2001) ya se convirtieron en indiscutidos, y de ahí a los festivales porteños. «Un año antes de Obras (con A Contraluz, 2004), ya nos habían propuesto hacerlo. La Vela es una mujer a la que hay que ponerle freno. Es mejor para disfrutar el momento».

—¿Los beneficia una revaloración de la murga y el rock rioplatense?

Sebastián: —No sé… Creo que la dictadura mató el carnaval y la murga en Buenos Aires, pero el rock siguió. Acá fue al revés: mataron al rock o lo exiliaron.

—Con el rock argentino tan «uruguayizado» (Los Piojos, Bersuit)… ¿lo de ustedes es reivindicación?

Sebastián: —Nosotros hacemos murga, con elementos corales y satíricos. No tenemos ni un candombe. Nos han adoptado, pero cuando hacemos rock, no somos de allá. Ese es el plus. Nos sentimos parte de una nueva camada, con Tipitos, Arbol, La Mancha. Nos colamos de bobera.

—Con diez años cumplidos, ¿es difícil mantener la armonía en el grupo?

Cebolla: —Estamos casados entre ocho personas, casi no podés planear nada personalmente. Pero no escapamos al compromiso. Es una ola que vamos surfando: lo importante es que no te tape.

—¿Qué pasa con el próximo disco?

Sebastián: —En agosto empezamos a grabar con Campodónico. El disco tiene que representarnos porque nos lleva a laburar mucho. Es fundamental que no nos aburra a los seis meses.

—¿Qué sienten frente a las multitudes?

Cebolla: —Los tembleques me suceden con poca gente, cuando te clavan la mirada 300 personas

Sebastián: —Está bueno Europa, porque después de llenar lugares sigue el desafío. A otros los puede frustrar. Por eso cuidamos tanto lo de Argentina. Ocho años despues hacemos tres Luna. Todavía nos queda Europa.

Cebolla: —Cuando se acabe nos queda ir a Sri Lanka.

Fuente Clarin.com