El 7 de septiembre se estrena “Que sea rock”, film sobre el presente del rock argentino. Aquí, un adelanto.En Argentina, la relación entre el rock y el cine viene de larga data. Más precisamente de la década del 70. A mediados de los 60´s hubo algunas aproximaciones entre ambos mundos, aunque cabe señalar que en ese entonces se hablaba de “música beat” o “música joven argentina” y no de “rock nacional”, término que se acuñó algunos años después. Con resultados desparejos, ese vínculo siempre penduló entre la ficción (Tango Feroz, Luca Vive y la olvidable Peperina, entre otras) y el género documental, comenzando con Hasta que se ponga el sol (dirigida por Anibal Uset en 1972) y la realización del experimentado Héctor Olivera en 1982 conocida como Buenos Aires rock.

El inminente estreno de Que sea rock, anunciado para el 7 de septiembre, se inscribe en esta segunda categoría y, de alguna manera, completa una trilogía que documenta las características y los cambios del rock argentino a lo largo de algo más de tres décadas de historia. Dirigida por Sebastián Schindel y producida por Héctor Olivera, la película realiza un paneo por la actualidad del rock nacional y sus principales protagonistas. Como una especie de extenso videoclip, pueden verse imágenes tomadas de los festivales Siempre Rock en Cosquín (Córdoba), Pepsi Music en Buenos Aires y en distintas locaciones de Capital, Rosario, Córdoba, Santa Fe y Montevideo, con las actuaciones estelares de Bersuit, Attaque 77, Almafuerte, Babasónicos y otros.

Pero lo más atractivo del film descansa en los extras, en los backstages, en aquellos fragmentos que escapan de lo obvio y dejan espiar cotidianeidades a las que el público en general nunca tiene acceso.

En ese sentido, son muy logradas las escenas de Andrés Ciro y Micki Rodríguez de regreso a la librería en donde trabajan cuando Los Piojos eran un proyecto; un día en la vida de Pity Alvarez (Intoxicados) en su hábitat natural de monoblocs en el barrio Piedrabuena; el encuentro de Ciro Pertusi (Attaque 77) con los obreros de la fábrica Zanon como así también el simpático recuerdo de Juanse (Ratones Paranoicos) para con Pappo y Catupecu Machu y Charly García respectivamente en estudios, en plena etapa de armado y grabación de sus temas.

En un gran trabajo de edición, el film compara características, vestimentas y comportamientos del público y de los músicos, superponiendo imágenes de los ’70, ’80 y el presente con el relato de León Gieco, refiriéndose a sus comienzos y a los inicios del rock argentino con Moris, Tanguito, Manal, Almendra, Los Gatos y la irrupción de Sui Generis. Es aquí cuando la película pierde, quizás, un poco el rumbo, porque cuando parece querer introducirse en una especie de interesante visión retrospectiva, se queda en el amague y de los ’60 saltea olímpicamente a los ‘80 para aterrizar en el presente con Arbol en vivo, y omitiendo importantes nombres como Serú Girán, Los Redondos, Virus, Los Abuelos de la Nada, Zas, Sumo, Pericos, Fabulosos Cadillacs y Divididos, entre otros. Probablemente, estas ausencias se deban a que hubo músicos que no quisieron participar del film, pero si la intención era realizar un resumen histórico de nuestro rock, no hubiese estado de más colocar alguna imagen fija o al menos hacer una pequeña mención. Lo mismo ocurre con el rock duro, donde a la justificada aparición de Almafuerte se le podrían haber sumado nombres como Rata Blanca, A.N.I.M.A.L y Carajo, por solo nombrar a tres bandas con un alto predicamento entre la tribu heavy.

Nadie duda del crecimiento (en cantidad y calidad) que ha experimentado en estos últimos años el rock uruguayo y de la bienvenida aceptación que algunos de sus representantes gozan entre el público local. Aunque si el film trata sobre el presente del rock argentino, la inclusión de los charrúas de La Vela Puerca, sin desmerecer su música, aparece como un tanto descolgada y, a lo mejor, esos metros de celuloide podrían haberse aprovechado para algún otro artista argentino.

Más allá de estos pasos en falso, Que sea rock se completa con entrevistas a Gustavo Cerati, Fito Páez, Gustavo Santaolalla, Adrián Dárgelos (Babasónicos) y el Pelado Cordera y da en el clavo al exponer sin tapujos una realidad que, aunque a algunos les disguste o se nieguen a aceptar, está enquistada en el rock argentino desde principios de los noventa. Y eso es el descendente nivel musical, y sobre todo lírico, que, salvo algunas excepciones, caracteriza a muchas bandas de la actualidad. Quizás, sin proponérselo, esta película sirva para sacudir y darse cuenta de que el rock hecho en Argentina necesita, con urgencia, elevar su puntería creativa.