Skay convocó a las tribus ricoteras al Teatro para presentar un tema nuevo y mostrar una gran performance.
¿Tocaba Skay?
¿Tocaban los Redondos? ¿Quién sabe? Las calles aledañas al Teatro se
fueron colmando desde las 7 de la tarde. No faltaba uno de los chicos
con remera del mítico Patricio Rey. La espera se calmaba con una
cerveza en la esquina o en alguno de los bares cercanos. El público era
joven y es probable que nunca haya visto a Los Redondos, pero encarna a
la perfección el espíritu ricotero. De todas maneras en la parte de
arriba del antiguo teatro porteño y cercanos a la negra Poly, se
encontraban unos 20 ó 30 ricoteros experimentados de entre 35 y 55 años
que han sido partícipes de los inicios del dúo Beilinson-Solari allá
por la época de los pubs y teatros en la década de los ´80.
Los shows, como ya nos tiene acostumbrado este artista, fueron
impecables. A lo largo de los 20 temas de cada noche la ya
experimentada banda (no por la cantidad de años juntos, sino por la
gran cantidad de shows que llevan a sus espaldas) demostraba una
potencia musical envidiable. La lista de temas repasó «A través del mar
de los sargazos» y «Talismán» y además incluyó un bonus que
probablemente forme parte del tercer material de Skay: «Caminos cruzados» un rock «beilinesco» bastante power al inicio («si vos sos la copa, yo soy el vino» dixit). Fue el segundo tema nuevo que presentó, el otro había sido «Condenados», allá por mayo en Scombrock y en junio en el Estadio Juniors de Córdoba.
Como es habitual, el repertorio inicia con «Lluvia sobre Bagdad» y «El gourmet del infierno» o «Espiroqueta», un tema netamente rockero made in Patricio Rey de fines de los ’70 que invita al agite. Los riffs pegadizos de «Paria», «Síndrome del trapecista» y «El gólem de Paternal» hacen vibrar hasta a los «prevención» del Teatro. «Memorias de un perro mutante» y «Con los ojos cerrados» son característicos del primer disco y pretenden adueñarse internamente de nuestro ser. «Oda a la sin nombre» hace que todos saltemos al ritmo de un rockito bien redondo. «Dragones»,
primer tema de «Talismán» presentado en vivo en el 2003, nos hace
bailar sobre un género musical que nunca hubiésemos imaginado
disfrutar, la música celta. «Kermesse» y «Presagio» son ideales para apreciar la performance de la banda y el radiodifundido «Flores secas»
hace saltar a todos los pibes sedientos del aún monarca de estas
tierras. En cada tema vamos descubriendo un valor agregado fundamentado
en la experiencia en vivo que tienen los Bipolares. El ejemplo más
claro es «¿Dónde estás?», que tiene una intro medio árabe y psicodélica al mismo tiempo. Sin dudas, un acierto para el vivo. El sonido moderno de «Genghis Khan»
va acompañado de un cambio en la letra del inicio y un pequeño olvido
para Skay, por algunas remeras que volaban al escenario. Y llega el
momento de melancolía, Skay y sus Bipolares interpretan el inédito «Nene-nena», «Jijiji» (el pequeño pogo más grande del mundo), «Mi perro dinamita» y «El pibe de los astilleros», en versiones arregladas que dan la impresión de haber sufrido una vuelta de tuerca. Con «Astrolabio»
las luces se apagan y se aprecia el fuego de los encendedores, el tema
que nos hace emocionar a todos los eternos peregrinos. Es que haber
visto a Skay tocando para 900 personas en Rosario, o para 25.000 en
Cosquín Rock, o 15.000 en Montevideo, o 3.000 en GAP de Mar del Plata,
o en Cromañón, u Obras, o Scombrock, o Juniors, o Roxy MDP… no es sopa.
La conjunción entre la batería que maneja el Topo Espíndola y el
bajo de Claudio Quartero logran la receta acorde para ser la base
musical de un sonido muy contundente y fino. Skay parece haber
encontrado en la guitarra de Oscar Reyna el copiloto ideal para su
viaje, se complementan como si se conocieran desde hace 15 años y
logran intercalar los punteos eficazmente. Javier Lecumberry es un
miembro cada vez más activo de este viaje, con sus bailes acompaña la
dinámica de sus dedos para hacer de los teclados un instrumento
fundamental en cada noche. Y Skay… con su vincha afirmado como un
líder siniestro, un animal de otras latitudes o un ser extraño de
épocas pretéritas que genera melodías psicodélicas y misteriosas, pero
muy encantadoras. De muy pocas palabras, pero con un mensaje
subyacente, Skay brinda una imagen libertaria, característica de su
juventud allá por los años ’60s. Recordemos que ha visto en vivo a
Jimmi Hendrix y ha estado en medio del Mayo Francés. Esta imagen cierra
al momento del punteo final de «Abalorios», donde vemos lo grosso de un artista sin precedentes.
Una dosis de ricota, mezclada con precisión y contundencia musical,
escasas por estos años de rock nacional, Skay invita a conocer el
verdadero sentido de la cultura rock. Skay y sus Bipolares van callados
y por el buen camino, sin formar parte del establishment rocker
argentino y de los artilugios marketineros, trascienden y se afianzan
como la mejor banda de rock de nuestro país.
Fue la quinta presentación en Capital Federal en 2006, luego de una
larga ausencia. Con la noticia ya confirmada de que Skay no se hará
presente en «La fiesta de la X» en Montevideo en noviembre próximo (sí
lo hizo en 2005), se espera que para fin de año y con la excusa de
hacer la presentación oficial de su nuevo disco, Skay y sus Bipolares
convoquen a las tribus ricoteras a un reducto porteño de gran capacidad.
Fuente: Rock.com.ar