Alejandro Lerner encara una nueva etapa: hoy saca un disco a beneficio
del Hospital Garrahan, «Canciones para gente niña». Admite que la
paternidad es su asignatura pendiente. Habla de su mujer, también
cantante. Y de sus proyectos. La entrevista de Lucila Olivera, para
Clarín.

Contento y en paz con su vida profesional y personal, Alejandro Lerner
se anima a buscarle nuevos colores a su paleta. Compositor, cantante,
tecladista y productor, en lo musical, digamos que se dio todos los
gustos. Además de edificar su propia carrera solista, trabajó con
Santana, Carole King, Air Supply, Luis Miguel, Alejandro Sanz, la
Sole… Y quiere más. Será por eso que se animó a ponerse al hombro un
disco, Canciones para gente niña, que hoy sale a la venta —como parte
del Programa Petrobras, energía para los niños—, a total beneficio del
Hospital Garrahan, y donde se desnuda en letras, casi todas
autorreferenciales, compuestas años atrás.

Cómodo, en una habitación del Hotel NH City en el que para en Buenos
Aires, se lo ve sereno, amable. Y admite ante Clarín que en lo personal
sólo e falta tocar una cuerda: la de la paternidad. Y se dispone a la
charla, llena de recuerdos, proyectos y sueños.

«Canciones para gente niña —arranca Lerner—, estaba dormido hace 16
años. Y ahora, a punto de terminar mi contrato con Universal, quise
darme el gusto, documentarlo como un evento creativo y anímico mío,
jugar con las canciones, que no tienen nada que ver con los rankings. Y
es renovar la apuesta: siempre quise ser ecléctico. Petrobras me dio el
apoyo económico y el fin es solidario. Todo cerraba».

¿De dónde vienen las letras?

Mi contestador lo compuse cuando empecé a recibir llamados de
desconocidos. Era abrumador y ese aparatito me protegía. También incluí
La escuela, que es parte de la campaña de alfabetización nacional, y
Niños del 200, que representó al país en el Día del Milenio. Las
canciones tienen que ver con mis experiencias, sobretodo de chico.

¿Cómo eran esos tiempos?

Me gustaban las películas de vaqueros. Vivía en el departamento de
la calle Aráoz donde sigue mamá. Soy estable, la relación con el
barrio, mis amigos y mi historia no se perdieron. Antes de los 20
compuse El vals del hipocondríaco, que está en el CD y tal vez es la
que más me represente: me gustaba llevar remedios a todas partes.

¿También a las fiestas?

No tanto, pero iba con mi aparatito para el asma. Hoy, a los shows
llevo unos botiquines espectaculares. Hay antialérgicos, remedios por
si te duele la barriga, si no te duele. Y todos lo pueden usar.

¿Ahondaste en el por qué de tus dolencias?

Uno a veces es hipersensible y la sensibilidad te lleva a que tu
cuerpo reaccione hasta a los cambios de temperatura. Soy alérgico, es
así. Pero, por otro lado, desde chico hice deporte. Practicaba judo,
voley, natación. Ahora juego al pádel, al fútbol y hasta buceo. El
deporte es un buen equilibrio para esta vida de viajes que llevo.

¿Y cómo es esa vida?

Tengo dos ritmos: el del artista que sale a la ruta y el del
compositor que tiene que reencontrarse con su creatividad. Son seis
meses en Los Angeles y otros seis acá. Desde que llegué, hace dos
semanas, ya di más de diez conciertos por el país, Chile y Paraguay. En
Los Angeles, tenemos con mi mujer (Marcela García Ibáñez) un
departamento en Tuluca Lake, en el valle de San Fernando, una zona muy
linda, arbolada, con vista a las montañas. Hay pileta, donde nado a
diario, y un gimnasio. Allá entendí que necesitaba tiempo para
componer, para vivir cosas de mi propio mundo personal.

¿Eso incluye ser papá?

Sí. Dios o el destino me dieron la posibilidad de cumplir la mayoría
de mis sueños profesionales. Por tener una compañera y poder soñar de a
dos, tengo pendiente tener un hijo. No quiero pasar por esta vida sin
vivir esa experiencia, poder transmitirle lo que somos y aprender lo
nuevo que ese espíritu traiga. Con mi mujer estamos juntos hace dos
años y ella me acompaña muy bien. Mirá que no es fácil ser la mujer de
un artista que viaja tanto.

¿Siempre viaja con vos?

Casi siempre. Si no, hago como con el resto de mi familia y mis
amigos: nos conectamos por Internet, con camaritas. Cuando uno tiene
una vocación tan fuerte y pone mucha libido y energía en lo
profesional, realmente hay que tener vocación de acompañar. Ella tiene
su parte artística también: canta, está tocando la guitarra, disfruta
de mis momentos creativos. Y me inspira: le compuse muchas de las
canciones que estarán en mi próximo disco.

¿Cuándo sale?

En marzo o abril. Lo voy a grabar acá y allá. Tal vez participe
Dominic Miller (guitarrista de Sting), como lo hizo en otras
oportunidades.

¿El te lo presentó a Sting?

Sí, fue este año en un recital en Las Vegas. Dio un concierto
genial. Los Angeles me permitió encontrarme a componer con gente como
Carole King, Gino Vanelli, compuse letras para el último disco de
Andrea Bocelli, para el hijo de Paul Anka. Laburé con gente increíble.

¿Cómo son estas estrellas?

Carole es como una amiga de la infancia. Nos presentó Humberto
Gatica (productor). Fui a su casa a componer, después grabamos a dúo.
Lo mismo, Gino. Ahora me pidieron que cante unos demos a dúo con Tony
Benett. ¿Sabés lo que me pasó? Estoy aprendiendo a tocar la armónica, y
cuando fui a comprarla, me encontré con Stevie Wonder. ¡Stevie Wonder!
¡Casi me muero! Me acerqué, le tomé la mano y le conté que soy
compositor y admirador suyo. Fue muy cálido. Me pidió que le mande
material.

También tocaste con Santana.

Este año terminamos la gira Latinoamericana, y antes, la de Estados
Unidos. Es un maestro, un chamán, tiene una gran fuerza espiritual.
Hasta meditamos juntos.

¿Lo hacés a diario?

Casi. Una vocación mía, tan fuerte como la música, es la espiritual.
No estoy hablando de religión. La espiritualidad, entiendo, es
universal: Dios, nosotros, el Universo, somos uno.

Un disco solidario, otro en camino, giras, planes de hijos, ¿qué más?

(se ríe) Estoy armando con Susana Romano un libro de fotografías,
poemas y dibujos que recopilé, que fui haciendo yo. Empecé a sacar
fotos hace tres años y el estilo es medio fuera de foco. Se va a llamar
Luces y alas. Quiero mostrarle a la gente distintas facetas de mí. Esta
es una etapa nueva en mi vida.

Fuente: Clarin