Deep Purple, una vez más, volvió a renovar su vínculo inoxidable con Argentina con un muy buen show en el Club Ciudad. Crónica y fotos exclusivas.

Ian Gillan tiene una vieja historia con Argentina. Todas las veces que vino -aún cuando no estaba en su mejor forma- fue recibido como un héroe. Y ahora que es el líder absoluto de Deep Purple, los recitales de la banda dependen en buena parte del humor y la disposición del cantante, la cual, dada su relación con el público local, estaba prácticamente asegurada. Por otra parte, Deep Purple es una verdadera máquina de rockear, que además consiguió reemplazar dos músicos aparentemente insustituíbles (el guitarrista Ritchie Blackmore y el tecladista Jon Lord) con otros tan buenos que no hacen extrañar su ausencia. Especialmente Steve Morse, que ya lleva los suficientes años en el grupo como para insuflarle su propia personalidad. Pero la más reciente adquisición, Don Airey, tampoco se queda atrás: en su parte solista se dió el lujo de tocar música clásica, boogie-woogie, «Imagine» y hasta un popurrí de «La Cumparsita» y «Adiós Nonino», con pareja de baile incluída. Lo que diferencia esta gira de las anteriores es que por fin Deep Purple tiene un álbum decente que promocionar, incluyendo en el set tres canciones de Rapture Of The Deep, que están a la altura del resto de sus clásicos. Claro que consiguen su mayor impacto con los inoxidables caballitos de batalla, «Lazy», «Space Truckin» y «Highway Star», donde los esfuerzos casi épicos de Gillan por alcanzar los agudos no pueden menos que provocar admiración. Por supuesto que no faltó «Smoke On The Water», y los bises con «Hush» y «Black Night», completando un show de casi dos horas, como para dejar a todo el mundo conforme.

Fuente: RSLA