Nadie tiene muy en claro cuándo fue la última vez que piso este suelo, y mucho menos él, pero Gustavo Cerati llegó a presentar «Ahí vamos» en uno de los shows más power de lo que va del año. Sin mucha escenografía, las luces fueron la clave del éxito además de, obviamente, una imagen de esas que quedan un buen tiempo en la retina: Coleman, Cerati y Nalé en la primera línea. Los tres en perfecta sincronía junto a Samalea y Fresco que, desde atrás, dirigían la batuta. Nada menos que semejante banda tocando en «Tucumán, provincia con nombre de superhéroe» (Cuac!).

Altanero y presumido. Es Cerati con su guitarra vestido todo de negro para abrir, con «Artefacto», un show de más de dos horas donde desplegó casi todos los temas del último disco. Un par de clásicos infaltables y algo versionados de Soda Stéreo, «Bajan» de Spinetta, un poco de «Siempre es hoy» y guiños y risas entre ellos en el escenario. La estaban pasando bien. Coros relajantes y agudos estremecedores, pese a que el sonido no les jugó a favor supieron remarla para salir adelante regios con el show. Richard Coleman, con todas sus luces prendidas, protagonizó uno de los momentos más power cuando se animó a cantar una partecita de «Uno entre 1000».

Para los bises llegó el hit y las chicas se colgaron de los hombros para cantar «Crimen». El final parecía llegar con «Puente» y las mil veces que repitieron «Gracias por venir», pero no se fue antes de regalar «Jugo de lunita tucumana, para ustedes». Y así se despidió Cerati, después se fue de conga por un boliche y un after (pero no sin antes reclamar por el tope horario de las 4am en Tucumán) La gente se fue contenta, los fanáticos de Soda tuvieron lo suyo, y la nueva camada también. Excelente.