En la fecha más floja del festival, The Australian Pink Floyd cerró la jornada en un Obras con sillas no del todo lleno. Crónica y fotos de toda la fecha.
Al ingresar al Estadio Obras para cubrir la quinta jornada del Pepsi Music 2007, la sensación era rara: la cancha de básquet cubierta con sillas, de la misma forma como cuando el lugar recibió a Bryan Ferry en su primera visita a nuestro país, pero sin la misma asistencia de gente.
Y tras breves sets de Diego Mizrahi (realizó una versión instrumental de «El pibe de los astilleros» de Los Redonditos) y Miguel Botafogo (abrió su concierto con una lectura en guitarra acústica del «Desconfío» de Pappo para luego, con el «Blues de la radio», reclamar por una mayor difusión del género en el éter) dar pie a la atracción de la noche: The Australian Pink Floyd.
La sensación al ir a ver a una banda tributo es, cuanto menos, rara. Es como cuando uno escucha en la radio a una persona pidiendo que pasane un tema de su grupo favorito, sabiendo el oyente que seguro que tiene ese disco al alcance de su mano. En el caso de los Floyd de Oceanía, al tener el dato que están avalados por David Gilmour, la expectativa pasaba por grandes luces, algún que otro láser o, cuanto menos, el chancho volador cuando sonase «Pigs».
Nada de eso ocurrió: la puesta se redujo a proyecciones de imágenes por detrás de los músicos. Un recorrido de por todas las épocas de la banda (salvo la de Syd Barrett); arreglos copiados al dedillo pero, al mismo tiempo, berretas y sesionistas que encontraron un buen modo de viajar por el mundo: esa es la conclusión de un show para nada memorable.
Fuente: RSLA