Hace tiempo alguien me dijo que me gusta el Rock porque nunca he oído nada distinto. Totalmente falso, pues siendo de una familia numerosa siempre me ha tocado oír de todo, desde cursilerías románticas, pasando por rancheras, salsa, coritos, ópera y cualquier cosa que integre el espectro música. O sea que por desconocimiento de otras opciones no es. De todas formas, desde mi niñez variopinta musicalmente hablando, viene mi aprecio por bandas como The Beatles, The Rolling Stones, Creedence ClearWater Revival, Kiss, y algunas más.
Pensé que por costumbre, pero tampoco creo que sea la explicación correcta, pues por simple probabilidad era mucho más seguro que me “acostumbrara” a oír otro tipo de música, y no precisamente rock. Y bueno, la fuerza de la costumbre incide en cualquier aspecto, no solo en los gustos musicales, pero estoy seguro que lo que hago lo hago por decisión propia y no por seguir una corriente.
Pese a que dicha corriente suele ser fuerte, de aquellos años de costumbre, de estar pegado a la radio, viene mi gusto por bandas como Metallica, Def Leppard, The Red Hot Chilli Peppers, Rata Blanca, Sangre Azul, Enanitos Verdes, Soda Stereo, Caifanes, entre otras más. Tuve mi guitarra y fueron muchas las guitarras usadas que compré en diferentes sitios, porque ¿cómo amar el rock y no tener una?
Después estuve a punto de afirmar que el rock me gusta por mi adolescencia, en particular por la secundaria y sobre todo por los dos años del bachillerato, donde la suerte quiso que coincidiera con un puñado de locos con los que compartíamos preferencias. Pero más que afianzar mí gusto, esos dos años hicieron que focalizara mucho más mis favoritos dentro del inmenso mundo del rock. De esos años viene mi pasión por Black Sabath, AC/DC, Iron Maiden, y alguna otra banda que a pesar de que ya antes me gustaban, en esa etapa se convirtieron en objeto de culto.
También quise recurrir a la épica, a esas aventuras legendarias de los grandes roqueros. A Ozzie descabezando un ave a mordidas, a Morrison tomándose galones de vodka, a desmanes, tropelías, parrandas, orgías y similares. Pero más que justificar mi gusto por el Rock, fue el rock quien aceitó el engranaje de aquellas memorables andanzas, ya como adulto. Esa fue la etapa de los excesos, desde Led Zeppelin, The Doors y Pink Floyd, pasando por el Rock Nacional, hasta llegar a Héroes del Silencio y Los Rodríguez, por mencionar solo algunos.
Pasados los años y cuando todos decían que tarde o temprano iba a despreciar el rock y a adquirir los gustos musicales de una persona “normal” atravesé una etapa que podríamos llamar elitista y hasta snob. Pero salí fortalecido en mis gustos, redescubriendo a los legendarios Rush, Yes, Genesis, y sobre todo a los virtuosos de Dream Theater.
Y a lo largo de todos esos años siempre ha habido cosas nuevas, grupos grandes, pequeños, famosos, desconocidos, que han ido condimentando mis gustos. Desde Van Halen pasando por Green Day y llegando a Oasis, incluso Bon Jovi, o Survivor, o el religioso WhiteCross. Desde los recordados The Ramones, pasando por Sex Pistols, regresando a Greatfull Dead, Grand Funk, llegando a Santana y U2. Desde The Who hasta Kaiser Chiefs. Desde Motley Crue hasta Blind Melon. Desde Soul Asylum hasta Marylin Manson. Desde Nirvana, Pearl Jam, Stone Temple Pilots hasta Rhapsody. Y lo que podríamos seguir.
Pero ya para no marearlos tanto, concluyendo: Me gusta el Rock porque sí y aparte de que no encuentro una explicación sensata, tampoco creo que tenga que buscarla. Larga vida al Rock and Roll.